sábado, 25 de diciembre de 2010

«Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9,5)

Queridas hermanas y jóvenes en formación,

Las “cuatro estrellas”, que han iluminado nuestro camino de Adviento, se posan idealmente ante la gruta de Belén, donde se cumple el misterio que contemplamos cada año. «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9,5).

Este Hijo, que los cielos no pueden contener (san Agustín), la Palabra eterna del Padre, viene a nosotras en el signo de la fragilidad y se entrega a la pobreza de nuestra condición humana. ¿Existe algo más grande de un Dios que se hace estrechar en los brazos como un hijo? ¿Existe un desafío más exaltante del de ofrecer al Verbo de Dios nuestra misma vida, para que él viva en nosotras y para que nosotras mismas podamos vivir en Él?

Navidad, es entonces “memorial” de nuestro ingreso en el misterio de la encarnación; es la celebración del nacimiento de Cristo en nosotras:

Hacer el pesebre es una grande y bella obra de piedad, pero ante todo, el pesebre ha de ser hecho en nosotros: debe nacer en nosotros el Hijo de Dios, encarnado en nuestros corazones, en nuestras mentes, en todo nuestro ser (FSP53, p. 370).

Si Cristo nace en nosotras, el fuego de la misión se expande. Si Cristo vive en nosotras nos contagia de su mismo amor por la humanidad, nos transformamos en comunicadoras eficaces de una Buena Noticia, que libera de todas las esclavitudes; nos hace compañeras de camino de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, testigos de esperanza aún en las tinieblas del absurdo.
Hermanas, en la noche de Navidad y en el paso de este año, herido por violencias de todo tipo, guerras, martirios, calamidades naturales, desigualdades sociales, precariedad espiritual… permanezcamos ante la “cátedra” del Pesebre, para aprender la lección del amor y así, en el ejercicio cotidiano del apostolado, recorrer el camino de una santidad auténtica y atrayente, tal como nos invita nuestro Fundador:

Entrar espiritualmente en la gruta de Belén, allí donde Jesús da las primeras lecciones, lecciones de po-breza extrema y lecciones de amor: ¿quién es y qué es lo que atrajo al Hijo de Dios sobre la tierra, a vestirse de carne humana y habitar con los hombres? El amor…¿Qué quiere Jesús? Dos cosas: la gloria de Dios, es decir la gloria del Padre, y luego la santidad, la salvación de los hombres, con la condición que haya buena voluntad… Pedir esto: tener una voluntad firme, es decir, tener en nosotros el pensamiento dominante: santificación y apostolado… Cuando hay un ideal de santidad, cuando queremos ponernos todos en Jesucristo, vivir en él, vivit vero in me Christus, cuando uno quiere imitarlo, ponerse a su escuela y servirlo, entonces esta voluntad es bendecida por el Señor. Si nosotras pedimos muchas cosas, pero no pedimos esta voluntad, no pedimos la gracia propia del Pesebre (1961).

María nos obtenga esta gracia de santidad y reavive la esperanza del corazón en la espera de Aquel que sigue viniendo en medio a nosotros. Dios viene a visitar nuestra vida y nuestras comunidades. Acojámoslo con alegría.

Feliz Navidad y Feliz Año nuevo. Con afecto,
Sor Maria Antonieta Bruscato
superiora general

sábado, 18 de diciembre de 2010

ADVIENTO. La estrella del misterio

El cuarto domingo de Adviento, a un paso de Navidad, nos hace cruzar la puerta del misterio que envuelve la vida de José, el esposo de María. José, descendiente de David, está llamado a asumir la paternidad de un bambino del cual no es padre. Pero ¿cómo es posible? ¿Qué significa este nacimiento misterioso para un justo de Israel? El resultado de la justicia de José ¿será la lapidación de la esposa infiel? (cf. Dt 22,22-26). José es justo, pero con una connotación mucho más amplia que la del “fiel ejecutor de la Ley”. Es justo porque, contemplando la presencia activa de Dios en los eventos de la historia, tiene la valentía de ponerse aparte, hasta que María sea libre de decir sí a Dios. Él obedece a todo lo que es fruto del Espíritu en María, dejando que Dios continúe siendo el Padre capaz de llamar “a la existencia las cosas que no son” (Rom 4,17), tal como ocurrió al inicio del mundo: “En el principio Dios creó … ” (Gen 1,1).

Dios crea pasando a través del seno de una mujer y del corazón de un hombre que tiene la tarea de dar el nombre. “Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús” (Mt 1,21). José debe dar al niño aquel nombre que Dios ha elegido para él.
“Dar el nombre elegido por Dios” hace de José un padre. Es padre quien ama tanto a Dios de hacerse voz e instrumento de Dios para las personas confiadas a él. José, hijo de David, ha nacido para decir al mundo que Dios se llama Jesús y que Jesús quiere decir ”amor que salva”. Este nombre es lo que nos queda de José. “Jesús es la única palabra implícita dicha por él en los Evangelios, el resto es silencio absoluto. La verdad de José se encierra en un “nombre que está por encima de todo nombre (Flp 2,9), anunciado por los profetas (cf. Is 7,14), dado por los apóstoles: «No tengo plata ni oro, pero te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo Nazareno, ¡camina!» (Hch 3,6). En Jesús, Dios se trasforma en Emmanuel: “el Dios con nosotros” que se hace presente y nos salva en cada lugar del espacio y en cada hora del tiempo.

Oración

Padre Santo, Dios con nosotros,
que has pedido al humilde José
de la familia de David
de abrir al mundo
la puerta de Tu Misterio,
concede a cada hombre que nace
la Luz del Niño llamado Jesús. Amén.

sábado, 11 de diciembre de 2010

ADVIENTO. La estrella de la duda

Hemos encontrado a Juan en el desierto y en las orillas del río Jordán con su predicación de fuego (cf. Mt 3,11), pero la liturgia del tercer domingo de Adviento nos invita a poner la mirada sobre “otro” Juan. Después de la extensión del desierto y de la fluidez del río, Juan el Bautista se encuentra en la cárcel, en la oscuridad de una celda. Su voz de trueno y profética se convierte en el murmullo de una pregunta. “¿Eres tú el que debe venir o debemos esperar a otro?” (Mt 11,3). Ahora en cadenas, el Bautista se encuentra oprimido por una gran duda: ¡el temor de haberse equivocado!

De hecho, el Señor Jesús no corresponde a la imagen fogosa anunciada por él. “Las obras de Cristo” (Mt 11,2) cuyo eco le llega en la cárcel, están marcadas por la lógica de un Reino que viene no como “una horquilla" (Mt 3,12) para separar al viento la semilla de la paja en el granero. En lo que dice y hace Jesús se revela como luz de los ciegos, camino de los que llegan cojeando y sanan de lo que sufren, como palabra de los mudos, como esperanza de los que la han perdido y como vida de los que ni siquiera saben ya lo que significa.

Juan continúa siendo profeta hasta el final, teniendo el oído atento a lo que ocurre fuera de las rejas que lo tienen prisionero, para meditar y comprender el modo de actuar de Dios. No teme su duda; todo lo contrario, deja que a Jesús mismo le lleguen las preguntas que lo atormentan. Su soledad no es ya la del silencioso desierto, es la que nace del miedo de perder las seguridades conquistadas a caro precio. La grandeza del precursor se esconde justo en este pasaje oscuro de su existencia. Sabe esperar la respuesta que busca... Demuestra absoluta obediencia al amado Maestro porque no arriesga conclusiones propias, sino que envía humildemente a alguno que está libre de hacerlo, para pedir en su lugar la verdad sobre Jesús: “¿Eres tú?”. La respuesta del Mesías aclara sobre Dios y sobre la identidad de quien pone la pregunta: “¡Es más que un profeta!”. En otras palabras, Jesús anima a Juan a dar testimonio hasta las más extremas consecuencias.

Oración


Ven, Señor Jesús, visita nuestras cárceles,
allí donde nadie viene a buscarnos,
allí donde las preguntas no encuentran respuesta
y la duda de habernos equivocado nos desalienta.
En memoria viva de Juan, tu mensajero y profeta,
danos la gracia de avanzar
en el camino hacia ti con aquella confianza
que va más allá de las seguridades humanas. Amén.

sábado, 4 de diciembre de 2010

ADVIENTO. La esterella de la eleción

El Adviento se caracteriza por “presencias” luminosas que como faros en la noche indican el camino hacia Aquel que viene. En el segundo domingo encontramos la voz de Juan el Bautista, el testigo de la Luz. Una voz decidida, convencida y profunda, portadora de un anuncio profético que habla al corazón con el tono de urgencia: “¡Prepárense a un gran evento! El Cielo se ha acercado a la tierra, el Reino del amor ha abierto sus puertas. Dios mismo ha elegido revelar a los hombres la belleza de su rostro, mandando como Rey a su único Hijo”. Juan, conduciéndonos más allá del imperio de turno, nos invita a acoger la lógica misteriosa de un Rey que se hace siervo de todos, pobre, manso, humilde y misericordioso. “¡Conviértanse, porque está llegando el Reino de los cielos!” (Mt 3,2). Es la invitación más seria del Evangelio. Todos estamos llamados a elegir o con Él o contra Él. El Adviento es el tiempo oportuno para meditar sobre nuestras opciones cotidianas y sobre cuanto éstas sean o no propias del Reino de los cielos. Pero vivir según el Evangelio del Reino, es imposible hacerlo sólo con nuestras fuerzas humanas. Por esto el Precursor nos manda preparar el camino al Señor, nos lleva al desierto, lugar de renacimiento.

El desierto purifica el corazón, haciéndolo capaz de escucha. Una escucha que abre a la experiencia de Dios y a la novedad del Espíritu. Pero, podemos preguntarnos ¿por qué en el desierto? En el desierto el hombre aprende a dialogar con Dios, aprende a pedir la liberación de su autosuficiencia, aprende a orar. En la oración Dios se acerca y con amor nos revela nuestra identidad real.

Juan anuncia la más grande verdad de la historia: no es el hombre quien se ha acercado a Dios, sino que es Dios, que en Jesús se ha hecho eternamente cercano al hombre.

Oración

Señor Jesús,
danos la valentía y la radicalidad
de Juan el Bautista a fin que,
purificados por del silencio del desierto,
podamos llegar a ser capaces
de escuchar la única Palabra
que hace profeta del Reino
por los caminos del mundo. Amén.

Datos personales

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Estudiante de Lic. en Administración de Empresas en la Mención de Informática de la UNESR. Lider del departamento de Atención al Cliente de Tecnología Cima 24, CA. Amante de las carreras, la natación y el Mar.