Hemos encontrado a Juan en el desierto y en las orillas del río Jordán con su predicación de fuego (cf. Mt 3,11), pero la liturgia del tercer domingo de Adviento nos invita a poner la mirada sobre “otro” Juan. Después de la extensión del desierto y de la fluidez del río, Juan el Bautista se encuentra en la cárcel, en la oscuridad de una celda. Su voz de trueno y profética se convierte en el murmullo de una pregunta. “¿Eres tú el que debe venir o debemos esperar a otro?” (Mt 11,3). Ahora en cadenas, el Bautista se encuentra oprimido por una gran duda: ¡el temor de haberse equivocado!
De hecho, el Señor Jesús no corresponde a la imagen fogosa anunciada por él. “Las obras de Cristo” (Mt 11,2) cuyo eco le llega en la cárcel, están marcadas por la lógica de un Reino que viene no como “una horquilla" (Mt 3,12) para separar al viento la semilla de la paja en el granero. En lo que dice y hace Jesús se revela como luz de los ciegos, camino de los que llegan cojeando y sanan de lo que sufren, como palabra de los mudos, como esperanza de los que la han perdido y como vida de los que ni siquiera saben ya lo que significa.
Juan continúa siendo profeta hasta el final, teniendo el oído atento a lo que ocurre fuera de las rejas que lo tienen prisionero, para meditar y comprender el modo de actuar de Dios. No teme su duda; todo lo contrario, deja que a Jesús mismo le lleguen las preguntas que lo atormentan. Su soledad no es ya la del silencioso desierto, es la que nace del miedo de perder las seguridades conquistadas a caro precio. La grandeza del precursor se esconde justo en este pasaje oscuro de su existencia. Sabe esperar la respuesta que busca... Demuestra absoluta obediencia al amado Maestro porque no arriesga conclusiones propias, sino que envía humildemente a alguno que está libre de hacerlo, para pedir en su lugar la verdad sobre Jesús: “¿Eres tú?”. La respuesta del Mesías aclara sobre Dios y sobre la identidad de quien pone la pregunta: “¡Es más que un profeta!”. En otras palabras, Jesús anima a Juan a dar testimonio hasta las más extremas consecuencias.
Oración
Ven, Señor Jesús, visita nuestras cárceles,
allí donde nadie viene a buscarnos,
allí donde las preguntas no encuentran respuesta
y la duda de habernos equivocado nos desalienta.
En memoria viva de Juan, tu mensajero y profeta,
danos la gracia de avanzar
en el camino hacia ti con aquella confianza
que va más allá de las seguridades humanas. Amén.
Fuente: http://www.paoline.org/
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