sábado, 9 de julio de 2011

La parábola del Sembrador y la vocación

La llamada de Dios, la vocación, no es otra cosa que la semilla de su Palabra sembrada en el corazón de las personas, a través de las distintas mediaciones eclesiales.

Los labradores, cuando siembran, esperan la cosecha. Eso sí, han preparado previamente el terreno con las debidas labores del campo y los abonos y saben que tendrán que seguir cuidándolo y trabajándolo. Saben también que algo se perderá, pero confían en que habrá una buena cosecha. Sembrar es apostar por la esperanza. Lo mismo que empeñarse en la pastoral vocacional.

Hemos de sembrar la semilla y el Evangelio de la vocación por doquier, como en la parábola. El gesto del sembrador es la imagen del “derroche” del corazón de Dios, que se desborda sobre todos porque quiere salvar a todos y llamarlos a Sí. Parecida debe ser la actitud de todo el que se sienta responsable en la Iglesia y de manera especial los Pastores. Si todo ser humano es criatura de Dios, también es portador de un don, de una vocación particular que espera ser reconocida. Muchas veces nos falta valor para sembrar, para animarle a un chico a que piense en el sentido y la dedicación de su vida, a ponerle delante las necesidades de la Iglesia, a plantearle que tal vez Dios lo llama a ser sacerdote o religioso(a). ¡Cuántos jóvenes no han oído nunca una propuesta cristiana sobre su vida y su futuro!

Y el labrador sabe muy bien el momento propicio de la siembra, para que dé más fruto. La cuestión vocacional no hay que esperar a plantearla en la adolescencia o juventud. Es posible que, ya para esa edad, estén cerradas muchas salidas de orientación y que estén tomadas ya las opciones fundamentales de la vida, bajo otras claves y desde otras instancias, que les han estado influyendo decisivamente: el ambiente, la televisión, etc.

No toda semilla da fruto, ni a todo trabajo pastoral corresponde el éxito, porque contamos con la libertad humana y con las diversas circunstancias que rodean a todo hombre. Lo que dice el Evangelio del afán del dinero o del materialismo, los placeres de la vida o el hedonismo, que son como los abrojos y espinas que ahogan la buena semilla, lo estamos experimentando con frecuencia. Por otra parte nos explican los psicólogos que, hoy en día, en una sociedad tan cambiante, resulta muy difícil entender y asumir compromisos duraderos y, mucho menos, para toda la vida. Es algo que da miedo, casi vértigo.

En el fondo de todos estos problemas está la descristianización progresiva del ambiente. De ahí que la pastoral vocacional de más largo alcance y profundidad es la transmisión y educación de la fe a las nuevas generaciones y la creación de comunidades cristianas vivas.

De hecho, es alentador que Jesucristo, en la parábola del sembrador, recalca que buena parte de la semilla cayó en tierra buena y dio fruto y, en algún caso, mucho y buen fruto, porque también hay corazones nobles y generosos que acogen el Mensaje. Incluso en otra parábola explica que la semilla sembrada tiene tal fuerza que, aunque el labrador esté durmiendo y “sin que él sepa cómo”, el grano germina, crece y da fruto (cf. Mc 4,26-29). Es la gracia, el poder y la manifestación del Espíritu Santo, que va trabajando misteriosamente a las personas.


Carta pastoral “Salió el sembrador a sembrar”
† Juan José Omella Omella
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

1 comentario:

  1. La Semilla es la Palabra de DIOS y el sembrador es, CRISTO, todo quel que lo escucha, vivirá para siempre. La persona es ese terreno donde CRISTO quiere sembrar y la persona decide que tipo de terreno quiere ser.

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Estudiante de Lic. en Administración de Empresas en la Mención de Informática de la UNESR. Lider del departamento de Atención al Cliente de Tecnología Cima 24, CA. Amante de las carreras, la natación y el Mar.