La llamada de Dios, la vocación, no es otra cosa que la semilla de su Palabra sembrada en el corazón de las personas, a través de las distintas mediaciones eclesiales.


Y el labrador sabe muy bien el momento propicio de la siembra, para que dé más fruto. La cuestión

No toda semilla da fruto, ni a todo trabajo pastoral corresponde el éxito, porque contamos con la libertad humana y con las diversas circunstancias que rodean a todo hombre. Lo que dice el Evangelio del afán del dinero o del materialismo, los placeres de la vida o el hedonismo, que son como los abrojos y espinas que ahogan la buena semilla, lo estamos experimentando con frecuencia. Por otra parte nos explican los psicólogos que, hoy en día, en una sociedad tan cambiante, resulta muy difícil entender y asumir compromisos duraderos y, mucho menos, para toda la vida. Es algo que da miedo, casi vértigo.

En el fondo de todos estos problemas está la descristianización progresiva del ambiente. De ahí que la pastoral vocacional de más largo alcance y profundidad es la transmisión y educación de la fe a las nuevas generaciones y la creación de comunidades cristianas vivas.
De hecho, es alentador que Jesucristo, en la parábola del sembrador, recalca que buena parte de la semilla cayó en tierra buena y dio fruto y, en algún caso, mucho y buen fruto, porque también hay corazones nobles y generosos que acogen el Mensaje. Incluso en otra parábola explica que la semilla sembrada tiene tal fuerza que, aunque el labrador esté durmiendo y “sin que él sepa cómo”, el grano germina, crece y da fruto (cf. Mc 4,26-29). Es la gracia, el poder y la manifestación del Espíritu Santo, que va trabajando misteriosamente a las personas.
Carta pastoral “Salió el sembrador a sembrar”
† Juan José Omella Omella
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño
La Semilla es la Palabra de DIOS y el sembrador es, CRISTO, todo quel que lo escucha, vivirá para siempre. La persona es ese terreno donde CRISTO quiere sembrar y la persona decide que tipo de terreno quiere ser.
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