sábado, 28 de noviembre de 2009

Un nuevo Adviento de esperanza

"Dios, tú has querido hacerte esperar por mucho tiempo, un largo adviento. A mi no me gusta esperar. No me gusta esperar en las filas. No me gusta esperar mi turno. No me gusta esperar el tren. No me gusta esperar antes de juzgar. No me gusta esperar el momento oportuno. No me gusta esperar un día más. No me gusta esperar porque no tengo tiempo y no vivo que el momento presente"

En esta oración del padre Jean Debruynne, francés, autor espiritual contemporáneo, encontramos uno de los rasgos característicos del tiempo litúrgico que se acerca: la espera. En los ritmos acelerados de nuestra sociedad, a menudo no tenemos la paciencia de esperar, el tiempo se nos escapa y nunca es suficiente, pero a la humanidad que ya no tiene tiempo para Dios, "Él ofrece otro tiempo, un nuevo espacio para volver a entrar en sí misma, para reemprender el camino, para volver a encontrar el sentido de la esperanza” (Benedicto XVI).

Es siempre el Señor quien viene al encuentro de la humanidad, que quiere entrar en nuestra vida para volver a darnos la esperanza en un futuro abierto a la eternidad de Dios. La esperanza es el hilo conductor que marca el tiempo del Adviento.

Estamos invitadas a volver a aprender el lenguaje de la esperanza en la filigrana de nuestro vivir cotidiano a fin de que, envueltas por la gracia divina, manifestemos el rostro y el corazón de Dios con nuestra vida y misión.

Durante este tiempo litúrgico el Maestro nos solicita a levantarnos, a despertarnos para comenzar, como Pablo en el camino de Damasco, una vida renovada, convencidas de haber recibido el don de participar en la realización del designio salvífico de Dios para el mundo. Por este motivo tenemos cuatro expresiones que nos sugiere la Palabra de los cuatro domingos de Adviento, precedidos por la Palabra profética “levántate” que acompaña nuestro itinerario de rediseñación. Serán las cuatro “estrellas” que iluminarán las semanas que viviremos con una espera vigilante y gozosa del Hijo de Dios.

1. Levántate, Dios viene como Redentor. La historia de la salvación nos recuerda que la liberación del pecado y del mal no es posible sin la intervención de Dios, que revela su presencia fiel día tras día. Con gozo vamos al encuentro del Redentor que viene a salvarnos y a “realizar las promesas” hechas a su pueblo.

2. Levántate, Dios viene para que regreses a Él. La irrupción de Dios cambia el curso de los acontecimientos y en Jesús nos abre un camino nuevo para hacernos salir del desierto y entrar en la vida verdadera. Reconozcamos nuestra lejanía de Él y abramos con confianza las puertas de nuestro corazón al Señor que viene.

3. Levántate, Dios viene para hacerte feliz. En la cultura de lo efímero los medios de comunicación y las leyes del mercado prometen una felicidad que viene sobre todo de la posesión de muchas cosas. Pero la alegría cristiana encuentra su fundamento en la certeza que Dios está cerca, está conmigo, está con nosotros, en cada circunstancia de la vida.

4. Levántate, Dios viene para vivir con nosotros. Jesús entra en el tiempo por medio de María. El Verbo de Dios se hace tan cercano que se viste de nuestra misma carne para habitar en personas vivas. Miremos a María que con su sí en la fe se convierte en morada del altísimo. En ella, icono de la nueva creación, Dios viene a estar con nosotros para siempre.

Queridas hermanas, preparémonos a recibir en nuestra vida a Jesús,
Verbo eterno hecho carne, en escucha orante de la Palabra y en la sobriedad.

Les deseo un profundo camino de Adviento en la esperanza de un nuevo y fecundo tiempo para continuar siendo, como el Beato Alberione, testigos convencidos, creíbles y eficaces del Señor que viene cada día.

Tomado de la carta de Sor M. Antonieta Bruscato. superiora general. Texto completo aqui.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Vitaminas para la bondad


El violín...

Se cuenta que un pobre hombre se ganaba la vida con un viejo violín. Iba por todos los pueblos, comenzaba a tocar y al final pasaba entre la concurrencia con un viejo sombrero con la esperanza de que algún día se llenara.

Cierto día comenzó a tocar como de costumbre. Se reunió la gente y salió lo de siempre: Unos ruidos más o menos armoniosos. No daba para más ni el violín, ni el violinista.

Acertó a pasar por allí un famoso compositor y virtuoso del violín. Con una mirada lo valoró, tomó el violín, lo afinó, lo preparó... y tocó una pieza asombrosamente bella. El mismo dueño estaba admirado e iba diciendo de un lado a otro: "Es mi violín..."

No es difícil que, profundizando en nosotros mismos, nos demos cuenta que no estamos rindiendo al máximo de nuestras posibilidades, somos como ese viejo violín estropeado, nos falta incluso una cuerda y, además, con frecuencia desafinamos. Qué diferencia cuando dejamos que ese gran compositor, Dios, nos afine, nos arregle, ponga esa cuerda que hace falta, quedamos sorprendidos de las posibilidades que había encerradas en nuestra existencia. Comprobamos que nuestra vida es bella y grandiosa, que somos instrumentos perfectibles y, si nos proponemos ser mejores, lucharemos constante e incansablemente por llegar a ser un violín cada vez mejor afinado.
Si tenemos fe, colocándonos en las manos de Dios, seremos los mejores violinistas y si confiamos en su providencia, mayores triunfos hemos de ver y descubrir.

Fuente: Vitaminas diarias para el Espíritu. Humberto A. Agudelo C. Editorial Paulinas

viernes, 6 de noviembre de 2009

«Quitar el crucifijo de las escuelas», lo estableció el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos de Estrasburgo

El Tribunal Europeo, acogiendo la solicitud de una italiana de origen finlandés, define la presencia del crucifijo en las aulas italianas «una violación a la libertad de los padres de educar a sus hijos según sus convicciones». Es el primer caso que llega al Tribunal Europeo.


El Vaticano manifestó «estupor y pesar» por una decisión definida «errónea y miope». El portavoz de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, se refirió con estos términos en una entrevista a la Radio Vaticana y al Tg1. El Crucifijo ha sido siempre un signo de ofrecimiento de amor de Dios y de unión y acogida para toda la humanidad. Lamento que sea considerado como un signo de división, de exclusión o de limitación de la libertad. No es así, y tampoco es el sentir común de nuestra gente. En particular es grave querer marginar del mundo educativo un signo fundamental de la importancia de los valores religiosos en la historia y en la cultura italiana.

La religión aporta una preciosa contribución para la formación y el crecimiento moral de las personas, y es un componente esencial de nuestra civilización. Es erróneo y miope desear excluirla de la realidad educativa. Sorprende además que un Tribunal Europeo intervenga seriamente en una materia muy profundamente ligada a la identidad histórica, cultural y espiritual del pueblo italiano. No es este el camino por el que se atrae a amar y compartir más la idea europea, que, como católicos italianos, hemos sostenido fuertemente desde sus orígenes. Parece que se quiera desconocer el papel del cristianismo en la formación de la identidad europea, cuando en cambio ha sido y sigue siendo esencial.

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Estudiante de Lic. en Administración de Empresas en la Mención de Informática de la UNESR. Lider del departamento de Atención al Cliente de Tecnología Cima 24, CA. Amante de las carreras, la natación y el Mar.