sábado, 5 de diciembre de 2009

TAN PEQUEÑOS Y FRÁGILES, Y SIN EMBARGO…


Al creyente incierto le puede nacer dentro esta pregunta: “¿Qué tiene que ver el misterio del Nacimiento de Jesús con nosotros, conmigo?”.

Ciertamente, es bello y conmovedor preparar el pesebre. Nadie es inmune a la fascinación de la Navidad y sin embargo parece ser más una bella historia para niños que un acontecimiento que tiene el poder de cambiar la vida de hoy e incidir sobre la condición de cada ser humano, aún a distancia de dos milenios. San Agustín, que de las cosas de Dios era un entendedor refinado, escribe: “Levántate de nuevo hombre, por ti Dios se hizo hombre”. Se dirige a todos y a cada uno, declarando que existe un nexo inseparable entre Jesús y la capacitad de comprender, acoger y acrecentar la propia condición y el propio modo de estar en el mundo.

Si Dios no desprecia la precariedad y la debilidad que caracteriza la vida del hombre, el hombre, a través de los ojos y la acción de Dios, puede lograr un nuevo respeto para consigo mismo. Se puede descubrir ser personas con grandes o pequeñas dotes, con muchas cualidades y muchos defectos, pero todo puede transformarse en oportunidad para “levantarse de nuevo” e ir hacia la condición más noble. En vez de amargarse por las imperfecciones y por todo lo que no se tiene, o no se tiene en abundancia, se siente estimulado a trasformar la propia insuficiencia en energía para cambiar. Descubrirse ignorante, impulsa a aprender. Saber que el tiempo de la vida es limitado, impulsa a valorizar cada instante, aún el más difícil. Admitir que a menudo estamos encerrados en nosotros mismos, impulsa a abrirse. Si los lazos están frágiles o sin vigor, pueden ser revigorizados.

El camino que la Iglesia propone para llegar a la Navidad, es un tiempo de encuentro con el Dios que ama a su creatura, y por esto es tiempo de descubrimiento gozoso de la grandeza del hombre. Es un tiempo en el que la preparación a la fiesta de la familia se transforma en camino para la “preparación” de una renovada estima para el ser humano. Con el tiempo de adviento, el creyente (y no sólo él) puede abrir una empresa en la que nunca se dejará de construir una humanidad mejor.

Autor: Valeria Boldini

Fuente: www.paoline.org

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Estudiante de Lic. en Administración de Empresas en la Mención de Informática de la UNESR. Lider del departamento de Atención al Cliente de Tecnología Cima 24, CA. Amante de las carreras, la natación y el Mar.