Queridas hermanas y jóvenes en formación:
Este anuncio de alegría, queridas hermanas, HOY nos llega y nos hace contemporáneas de aquel evento. Nos sentimos en el centro de los pensamientos y del amor del Padre. Nos damos cuenta de nacer con aquel Niño que nos reconcilia con la fragilidad y la pequeñez y hasta con nuestros límites. En el «signo» que Dios nos ofrece («un niño envuelto en pañales, puesto en un pesebre») de hecho, se encierra el "secreto" para asumir y vivir el mismo límite como "lugar" de acogida recíproca, de comunión y de misericordia.
María nos enseñe en esta Navidad de su Hijo, a cuidar de él que se esconde en nuestra pequeñez, en la "carne" de cada ser viviente, su morada hasta el fin de los tiempos. Nos enseñe a hacerlo en las "liturgias cotidianas" de la vida, en la ternura de las miradas, en la gentileza del trato, en palabras llenas de caridad. Sólo entonces podrá realizarse aquello que los ángeles han cantado en la Noche Santa: «Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres que él ama».
Concluyo este breve mensaje para cada una de ustedes haciendo mío texto del beato Alberione:
Ante el pesebre ¿que gracia pedimos? Por medio de María, por medio de San José, por medio de los ángeles que han descendido del cielo para cantar el «gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus», mirar a esto: vivir en Cristo el apostolado. «Gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus bonae voluntatis»: este es el programa de Jesús, este es el programa de la religiosa, de nosotros consagrados a Dios. Honrar a Dios y llevar la paz, es decir, la gracia a los hombres de buena voluntad… ¡Gran cosa es el apostolado! Sea cada vez más espiritual, tenga siempre un fin: las almas.
Feliz Navidad y Feliz Año nuevo. Con afecto,
Sor Maria Antonieta Bruscato
Superiora general