Queridas hermanas y jóvenes en formación:
Nos separan pocos días de la celebración de la Navidad. La "peregrinación" de Adviento – vivida en la espera vigilante, en la búsqueda de lo esencial y en el clima del "silencio elocuente" de la Palabra – está por concluirse, una vez más, en el corazón de la noche donde, como por encanto, nos reporta el evangelista Lucas (cf. Lc 2,1-14): «Había en la misma comarca unos pastores que dormían al raso y vigilaban su rebaño por turno durante la noche. A un cierto momento la oscuridad se ilumina. A personas que habitualmente "no cuentan", no hacen noticia, se les da la más bella de las noticias: «les doy una gran alegría, que lo será para ustedes y para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Cristo Señor». Los pastores, envueltos de luz, después de un instante de miedo, se llenaron de inmensa alegría por la noticia anunciada. Dios se ha recordado de ellos, ha pensado justamente en ellos: los más pequeños, los olvidados, los excluidos. El estupor se traducirá más adelante en vigilia adorante a los pies del Niño.
Este anuncio de alegría, queridas hermanas, HOY nos llega y nos hace contemporáneas de aquel evento. Nos sentimos en el centro de los pensamientos y del amor del Padre. Nos damos cuenta de nacer con aquel Niño que nos reconcilia con la fragilidad y la pequeñez y hasta con nuestros límites. En el «signo» que Dios nos ofrece («un niño envuelto en pañales, puesto en un pesebre») de hecho, se encierra el "secreto" para asumir y vivir el mismo límite como "lugar" de acogida recíproca, de comunión y de misericordia.
María nos enseñe en esta Navidad de su Hijo, a cuidar de él que se esconde en nuestra pequeñez, en la "carne" de cada ser viviente, su morada hasta el fin de los tiempos. Nos enseñe a hacerlo en las "liturgias cotidianas" de la vida, en la ternura de las miradas, en la gentileza del trato, en palabras llenas de caridad. Sólo entonces podrá realizarse aquello que los ángeles han cantado en la Noche Santa: «Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres que él ama».
Concluyo este breve mensaje para cada una de ustedes haciendo mío texto del beato Alberione:
Ante el pesebre ¿que gracia pedimos? Por medio de María, por medio de San José, por medio de los ángeles que han descendido del cielo para cantar el «gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus», mirar a esto: vivir en Cristo el apostolado. «Gloria in excelsis Deo et in terra pax hominibus bonae voluntatis»: este es el programa de Jesús, este es el programa de la religiosa, de nosotros consagrados a Dios. Honrar a Dios y llevar la paz, es decir, la gracia a los hombres de buena voluntad… ¡Gran cosa es el apostolado! Sea cada vez más espiritual, tenga siempre un fin: las almas.
Feliz Navidad y Feliz Año nuevo. Con afecto,
Sor Maria Antonieta Bruscato
Superiora general