domingo, 4 de diciembre de 2011

Enderecen los caminos. II Domingo de Adviento

En esta segunda semana de Adviento, centramos la mirada sobre la persona de Jesucristo-Palabra. Sólo quien conoce y ama la Divina Palabra, puede comprender plenamente también el significado de cada criatura Quien construye su vida sobre la Palabra edifica verdaderamente de manera sólida y duradera. Esta relación con Cristo-Palabra, Verbo de Vida, toca toda la existencia hasta transformarla. Una transformación deseada y buscada, que transforma lo cotidiano en Adviento, pero que a su vez exige nuestro compromiso: hacer activa la espera. La persona es creada en la Palabra y vive en ella; él no puede entenderse a sí mismo si no se abre a este diálogo. La Palabra de Dios revela la naturaleza filial y relacional de nuestra vida.

Como el profeta Isaías, estamos llamados a ver la salvación que el Señor ya realiza, escondida en el sucederse de los acontecimientos, sin ruido y sin hacerse notar, y a proclamar la hora de la consolación para los pobres, para los pequeños, para los que buscan a Dios. El apóstol Pedro nos ayuda a comprender cómo Dios trasciende nuestra experiencia histórica, sometida al tiempo. No podemos reducir las promesas de Dios a nuestra historia personal, porque él es más, mucho más. Las palabras y las acciones de Juan Bautista indican a Jesús como el Mesías esperado, verdadera esperanza para quien lo recibe; como Aquel que transformará los corazones llevando a cumplimiento sus más auténticas aspiraciones. La predicación del Bautista está en perfecta sintonía con lo que significa reconocer a Jesús como Palabra del Padre.
 

Se enciende la segunda vela de Adviento

Los profetas, con palabras y gestos concretos,
mantenían encendida la esperanza del Pueblo de Dios.
Nosotras, como un símbolo, encendemos estas dos velas…
Las tinieblas aún cubren la tierra,
pero el tronco seco comienza a retoñar,
la aurora se asoma, el desierto florece.
Detrás de cada acontecimiento se esconde una Palabra de Vida,
porque has querido hacerte uno de nosotros,
revestido de nuestra carne.
Queremos abrirte las puertas de nuestra existencia, Señor,
hacer de nuestro oír una escucha obediente
para que brotes, para que ilumines,
para que florezcas en nuestras vidas
y podamos llevar por doquier consolación y esperanza.
Concédenos ser, con palabras y gestos concretos,
tu carta, escrita por el Espíritu, al hombre y a la mujer de hoy.
Te necesitamos. ¡Ven, Señor Jesús!

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Estudiante de Lic. en Administración de Empresas en la Mención de Informática de la UNESR. Lider del departamento de Atención al Cliente de Tecnología Cima 24, CA. Amante de las carreras, la natación y el Mar.