Jesús fue un consagrado por el Espíritu desde su concepción en el seno de María, más adelante esta consagración fue confirmada al momento de su bautismo en el Jordán.
En la sinagoga de Nazaret, cuando leyó y comentó el libro de Isaías (Lucas 4,18-19) Jesús mismo lo reconoció diciendo: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos, a dar vista a los ciegos, a libertar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor". Los comentarios que Jesús hace con respecto a esta palabra son contundentes y claros: "Hoy, delante de ustedes, se ha cumplido en mi persona esta profecía".
Hablar del Espíritu Santo es hablar de un hombre sobre quien el Espíritu ha descendido en plenitud, para habitar en él y quedarse con él para siempre, en vistas de una tarea que pretende renovar toda la faz de la tierra.
Si hemos comprendido a plenitud lo que esto significa, reflexionemos:
¿Cómo entendemos hoy, en la práctica, esta tarea liberadora del Espíritu en la que todos los seguidores de Jesús debemos sentirnos comprometidos?
¿Cómo trabajamos por la justicia cuyo fruto es la paz?
Continuará....
(Tomado de "Noticias SS.CC.")
Enrique Moreno Laval ss.cc.
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