"No es de balde que la Iglesia presente a San José como el santo de mayor excelencia después de la Virgen María. Incluso en el canon eucarístico, después de la Virgen, se menciona a San José, poniendo así de relieve su ejemplaridad para la vida cristiana. El Papa Juan Pablo II llama a San José:«figura tan querida y cercana al corazón de la Iglesia, a cada uno y a todos los que tratan de conocer los caminos de salvación, y de caminar por ellos en su vida terrena». Y en ese sentido, el Papa Pablo VI decía en una ocasión: «Aceptar como programa la vida cristiana resulta hoy un ejercicio fuerte (…) que San José os enseñe cómo».
Dentro de la vocación universal a la santidad, a la que cada uno de nosotros está llamado como camino de realización personal, de plenitud, de fidelidad, como camino para alcanzar la ansiada felicidad que cada cual busca y persigue, es decir ante el llamado para ser santo, aprendiendo del Santo Custodio del Señor Jesús la viva lección sobre tantas virtudes para la vida cristiana, que siempre se debe hacer vida cotidiana. (…) Se trata de vivir desde el fondo de nuestra mismidad «la santificación de la vida cotidiana», como dice el papa Juan Pablo II, abriéndose en ello al magnifico modelo que es San José, quien es maciza constatación de que para ser buenos y auténticos seguidores de Cristo no se necesitan «grandes cosas», sino que se requieren solamente las virtudes comunes, humanas, sencillas, pero verdaderas y autenticas.
Dentro de la vocación universal a la santidad, a la que cada uno de nosotros está llamado como camino de realización personal, de plenitud, de fidelidad, como camino para alcanzar la ansiada felicidad que cada cual busca y persigue, es decir ante el llamado para ser santo, aprendiendo del Santo Custodio del Señor Jesús la viva lección sobre tantas virtudes para la vida cristiana, que siempre se debe hacer vida cotidiana. (…) Se trata de vivir desde el fondo de nuestra mismidad «la santificación de la vida cotidiana», como dice el papa Juan Pablo II, abriéndose en ello al magnifico modelo que es San José, quien es maciza constatación de que para ser buenos y auténticos seguidores de Cristo no se necesitan «grandes cosas», sino que se requieren solamente las virtudes comunes, humanas, sencillas, pero verdaderas y autenticas.
Finalmente, y para terminar, hago votos para que en este recorrido de la vida cristiana hacia su plenitud en la feliz participación con Dios Comunión de Amor, podamos durante nuestro peregrinar hacer como hizo San José , dándonos en todo al cumplimiento del Plan divino, acogiendo al Señor Jesús en el hogar de nuestra mismidad, brindándole el lugar central de nuestra mente, ofreciéndole el abrigo de nuestro corazón, el alimento de nuestras acciones, y como el Santo Custodio, siguiendo su ejemplo, velando y protegiendo la presencia del Señor Jesús en nosotros por nuestra permanente, cotidiana y radical respuesta al camino por el que Dios nos llama a cada cual.
¡Que por intercesión de San José, Dios nos conceda a todos y a cada uno esa gracia!"
Autor: Luis Fernando Figari
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