El segundo apartado el Papa Juan Pablo II lo dedica a la Iglesia. Son frases breves, esenciales. Leamos algunas. «La comunidad eclesial cuando celebra la Eucaristía (…) experimenta, a la luz de la fe, el valor del encuentro con Cristo resucitado y adquiere cada vez más conciencia de que el sacrificio eucarístico es para todos».
O ésta: «Si uno se alimenta del Cuerpo y de la Sangre del Señor crucificado y resucitado, no puede tener sólo para sí mismo este don. Al contrario, es necesario difundirlo».
O ésta otra: «El amor apasionado por Cristo conduce al anuncio valiente de Cristo; anuncio que, con el martirio, se convierte en ofrenda suprema de amor a Dios y a los hermanos».
Más allá de la teología
Estas frases nos hacen comprender tres cosas importantes.
Primera: es cuando celebra la Eucaristía cuando la Iglesia realiza en plenitud, como Jesús, su identidad de ser pan partido para todos.
Segunda: la celebración de la Eucaristía no termina en la puerta del templo; se prolonga en la vida. El «pueden irse en paz» no es una invitación al desempeño, sino a la misión. Lo cual nos pide unir fe, celebración y vida. ¿Ha sido cosa fácil alguna vez?
Tercera: El Papa Juan Pablo II nos sugiere: «De todo corazón deseo que la Eucaristía motive a todas las comunidades cristianas a caminar “con generosidad fraterna” al encuentro de “alguna de las múltiples pobrezas de nuestro mundo”».
«Por el amor mutuo y en particular por la atención a los necesitados se nos reconocerá como verdaderos discípulos de Cristo». «Con base en este criterio se comprobará la autenticidad de nuestras celebraciones eucarísticas». Juan Pablo II
Autor: P. Efrem Baldasso. Misionero de la Consolata
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