
Los misioneros deben ser ante todos fieles al mandato de Jesús “denles Uds. de comer”, los misioneros acuden a tantas partes del mundo para anunciar y ser testigos del Evangelio, haciendo resonar, con su acción, las palabras del Redentor: “Yo soy el pan de vida. El que venga a mí no tendrá hambre y el que crea en mí no tendrá nunca sed”; haciéndose ellos mismos “pan partido” para los hermanos, llegando a veces hasta el sacrificio de la vida.

Juan Pablo II dijo al respecto: «¡Cuántos misioneros mártires en este tiempo nuestro! ¡Que su ejemplo arrastre muchos jóvenes en el camino de la heroica fidelidad a Cristo! La Iglesia tiene necesidad de hombres y mujeres que estén dispuestos a consagrarse totalmente a la gran causa del Evangelio».
Es ante todo indispensable la corresponsabilidad con la obra misionera: la oración, el sacrifico y la colaboración económica. Los evangelizadores no viven de aire y sus obras menos. Hay que ser realistas y concretos.
Es preciso acudir Virgen María, mujer eucarística, para que «nos ayude a revivir la experiencia del cenáculo para que nuestras comunidades eclesiales sean auténticamente “católicas”; es decir, comunidades donde la “espiritualidad misionera” se sitúa en la íntima relación con la espiritualidad eucarística; comunidades que permanecen abiertas a la voz del Espíritu y a las necesidades de la humanidad; comunidades donde los creyentes y especialmente los misioneros no dudan en hacerse pan partido para la vida del mundo».
Autor: P. Efrem Baldasso. Misionero de la Consolata
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