Tercer ikono: los misioneros, pan partido
Los misioneros deben ser ante todos fieles al mandato de Jesús “denles Uds. de comer”, los misioneros acuden a tantas partes del mundo para anunciar y ser testigos del Evangelio, haciendo resonar, con su acción, las palabras del Redentor: “Yo soy el pan de vida. El que venga a mí no tendrá hambre y el que crea en mí no tendrá nunca sed”; haciéndose ellos mismos “pan partido” para los hermanos, llegando a veces hasta el sacrificio de la vida.
Los misioneros deben ser ante todos fieles al mandato de Jesús “denles Uds. de comer”, los misioneros acuden a tantas partes del mundo para anunciar y ser testigos del Evangelio, haciendo resonar, con su acción, las palabras del Redentor: “Yo soy el pan de vida. El que venga a mí no tendrá hambre y el que crea en mí no tendrá nunca sed”; haciéndose ellos mismos “pan partido” para los hermanos, llegando a veces hasta el sacrificio de la vida.
Muchos misioneros han vivido en carne propia el martirio, así se han convertido en pan partido para sus hermanos. Cada año son más de treinta los discípulos de Jesús que, en el mundo, ofrecen su vida por Él y por el Evangelio. Si hay una cosa estupenda en nuestra Iglesia católica en América Latina es el número siempre mayor de los mártires.
Juan Pablo II dijo al respecto: «¡Cuántos misioneros mártires en este tiempo nuestro! ¡Que su ejemplo arrastre muchos jóvenes en el camino de la heroica fidelidad a Cristo! La Iglesia tiene necesidad de hombres y mujeres que estén dispuestos a consagrarse totalmente a la gran causa del Evangelio».
Es ante todo indispensable la corresponsabilidad con la obra misionera: la oración, el sacrifico y la colaboración económica. Los evangelizadores no viven de aire y sus obras menos. Hay que ser realistas y concretos.
Es preciso acudir Virgen María, mujer eucarística, para que «nos ayude a revivir la experiencia del cenáculo para que nuestras comunidades eclesiales sean auténticamente “católicas”; es decir, comunidades donde la “espiritualidad misionera” se sitúa en la íntima relación con la espiritualidad eucarística; comunidades que permanecen abiertas a la voz del Espíritu y a las necesidades de la humanidad; comunidades donde los creyentes y especialmente los misioneros no dudan en hacerse pan partido para la vida del mundo».
Autor: P. Efrem Baldasso. Misionero de la Consolata
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