¡CONTEMPLAR LA BELLEZA DEL SEÑOR! (del Salmo 27)
El Señor es mi luz
y mi salvación:
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida: ¿de quién me asustaré?
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no teme; aunque me asalten las tropas, continuaré confiando.
Una cosa pido al Señor; es lo que busco:
habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida,
admirando la belleza del Señor, y contemplando su templo.
Él me cobijará en su cabaña en el momento del peligro,
me ocultará en lo oculto de su tienda,
me pondrá sobre una roca. ¡Amén!
Para mi reflexión
La belleza que transfigura del Señor Jesús, se manifiesta «en una montaña» (Mc 9,2). "Montaña" sin nombre es la del evangelista Marcos, para recordarnos que la verdadera montaña de Dios que hay que escalar, en la escucha amorosa y obediente, es Cristo. Este itinerario se articula en tres caminos estrechos y en subida: el camino de la soledad, el camino de la comunidad, el camino de la belleza. El primero nos purifica y unifica en el silencio, para que el Espíritu pueda habitar en el corazón; el segundo nos despoja y nos educa, para que la comunidad pueda liberarse de las falsas expectativas; el tercero es posible recorrerlo sólo en la profunda familiaridad con Dios, que en el Espíritu, nos hace progresivamente semejantes a Jesús. En la montaña de la "transfiguración" cada uno se convierte en lo que contempla y ama. Quien se acerca a la luz se transforma en luz, llevando a los otros y al mundo hacia el cumplimiento de la promesa.
y mi salvación:
¿a quién temeré?
El Señor es el baluarte de mi vida: ¿de quién me asustaré?
Si un ejército acampa contra mí,
mi corazón no teme; aunque me asalten las tropas, continuaré confiando.
Una cosa pido al Señor; es lo que busco:
habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida,
admirando la belleza del Señor, y contemplando su templo.
Él me cobijará en su cabaña en el momento del peligro,
me ocultará en lo oculto de su tienda,
me pondrá sobre una roca. ¡Amén!
Para mi reflexión
La belleza que transfigura del Señor Jesús, se manifiesta «en una montaña» (Mc 9,2). "Montaña" sin nombre es la del evangelista Marcos, para recordarnos que la verdadera montaña de Dios que hay que escalar, en la escucha amorosa y obediente, es Cristo. Este itinerario se articula en tres caminos estrechos y en subida: el camino de la soledad, el camino de la comunidad, el camino de la belleza. El primero nos purifica y unifica en el silencio, para que el Espíritu pueda habitar en el corazón; el segundo nos despoja y nos educa, para que la comunidad pueda liberarse de las falsas expectativas; el tercero es posible recorrerlo sólo en la profunda familiaridad con Dios, que en el Espíritu, nos hace progresivamente semejantes a Jesús. En la montaña de la "transfiguración" cada uno se convierte en lo que contempla y ama. Quien se acerca a la luz se transforma en luz, llevando a los otros y al mundo hacia el cumplimiento de la promesa.
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