«¡Señor, yo se que me llamarás pronto, pero te recomiendo, cuando llegue, sonríeme!». Esta era la oración que Sor Assunta repetía en los últimos tiempos, una oración que expresa familiaridad, optimismo y esperanza. Con la certeza que el Señor ya le ha hecho una bella sonrisa, con gran conmoción les comunica-mos que a las 16,10 en la casa "Giacomo Alberione" de Albano, fue llamada al reposo eterno nuestra hermana
BASSI EMMA Sor ASSUNTA
Nacida en Licciana Nardi (Massa) el 16 de junio de 1915
Sor Assunta nació al día siguiente del nacimiento de la Congregación y recorrió toda la historia pauli-na con una alegría y un entusiasmo cautivador. Le agradaba contar: «Cuando voy por las calles me gusta mi-rar a la gente, saludarla, tratando de comprender cómo vive. Esto me enriquece mucho. Alguno, encontrán-dome me ha dicho: - ¿Usted es religiosa? - Sí, respondí. - ¿Es feliz hermana? - Sí… - Se ve que es feliz por el modo de saludar».
Le damos la palabra a ella, para que con su excelente capacidad comunicativa, típicamente toscana, nos cuente algo de su larga vida:
«Mi vocación paulina está ligada al amor por la lectura. Una
tarde del mes de noviembre de 1927, fui al Párroco de Licciana Nardi a
restituirle un libreto guía para el mes del Rosario. Había terminado la escuela
elemental y había hecho el sexto año complementario. El Párroco me hizo esta
propuesta: "Podrías ir a Alba donde se estudia y se trabaja alrededor de
los libros. Te dan una caja con las letras del abecedario, tú buscas las
letras, haces las palabras, el renglón y la página... Después de tres años
decide: si quieres hacerte religiosa continúa y si no, regresas a casa
tranquilamente". Nunca había visto una religiosa, pero después de una pausa
de silencio, respondí: "Pienso que me quedaré allá". En aquel momento
tuve la sensación que algo había su-cedido dentro de mí. Antes de esto pensaba
cómo arreglaría la casa cuando, siendo la última en casarme (es la más joven de
las cuatro hermanas Bassi), sería la patrona de a casa. Pero desde aquel
momento mi pensa-miento fue: "Alba". Un bello nombre que me hacía
soñar en un bello pueblo, un convento, hermanas que tra-bajaban en "hacer
los libros"... Partí para Alba junto a mi hermana Lina, más tarde Sor Epifania
y acompa-ñada por mi padre. Era el 2 de enero de 1928. Tenía 12 años, pero
demostraba más. Cuando golpeamos en la puerta de la casa, vino a abrirnos
Maestra Tecla. No era una religiosa como las otras que había visto en las
ilustraciones de los libros, era una mujer vestida con hábito laico, sencillo,
estilo de pueblo. Tenía una mira-da profunda, sonriente y comunicativa. El
ambiente era pobre, casi escuálido. No había "gran escala" ni era el
"gran convento"; en la entrada habían grandes piedras para evitar
caminar en el fango. En la mañana nos lavábamos en la palangana que estaba a
los pies de la cama. En el refectorio habían bancas rústicas. En la capilla, en
la tarde se hacía la Visita arrodilladas en el suelo. No entendía dónde me
encontraba. Me parecía todo tan extraño. Me convencí inmediatamente que no
resistiría mucho en aquel estilo de vida y que moriría pronto (dentro de 15 o
20 días). Pensaba: "Quise venir, he insistido venciendo la resistencia de
mi padre. Ahora estoy aquí, si quedo y muero, paciencia". Me resigné a
esta suerte y comencé a orar para tener una buena muerte, con la ayuda de Dios.
Recuerdo que una tarde, después de cena, me dí cuenta que ya no me pesaba la
angustia y finalmente mi sentí contenta».